martes, 9 de octubre de 2012

Caso Junior

   Cuando ocurren tragedias, como la de Carmen de Patagones, el primer impulso es mirar alrededor, buscar responsables, culpables. A partir de una tragedia puntual, la sociedad se mira al espejo y... ¿qué ve?
Chicos prendidos a la TV, a internet, al centro musical... Y de vez en cuando un portazo, un grito y el encierro. Y los adultos nos quedamos de este lado, total, ya va a pasar. En cualquier momento maduran y se vuelven como nosotros: gente ocupada, preocupada y cansada. Pero en ese paréntesis de resignada espera, muchas cosas pueden suceder. Y -lo peor- nos pueden pasar por alto.
   ¿Cómo es posible que un adolescente tome un arma y la descargue contra sus compañeros de clase sin que absolutamente nadie haya advertido que algo andaba mal en él, que algo no encajaba en su conducta? ¿Una pista, un gesto; o más bien, una cadena de señales?
   El chico que asesinó a tres compañeros en la escuela Islas Malvinas de la localidad de Carmen de Patagones se quedó sin nombre (es apenas "Junior" para los medios que respetan la disposición legal que prohíbe revelar su nombre, por ser menor de edad) y sin futuro. Y se quedó también con todas las respuestas. Los otros -usted, nosotros- somos apenas un pozo de incertidumbre.
   A la caza de argumentos, surgen las preguntas de siempre: ¿en qué fallaron sus padres, sus profesores, sus compañeros, sus amigos...? ¿En qué fallamos cada vez que un chico entra a la escuela con un cuchillo en la mochila para vengar algún insulto del día anterior? ¿O cada vez que decide finiquitar con golpes o insultos un cruce de opiniones?
   En la ruta fácil aparecen los dedos acusadores. Se señala la música que escuchan, las películas que ven, los juegos que disfrutan, la rigurosidad extrema de ciertos padres, las armas dejadas al alcance de la mano, las cargadas de los compañeros, la timidez extrema, las palabras ausentes... Pero nunca es una sola la causa. La causa es una suma que ha ido socavando una base.
   La sociedad ha sufrido modificaciones sustanciales: la declinación de las autoridades tradicionales (el docente, los padres) y la desvalorización de la palabra como límite generan una profunda sensación de naufragio. Al respecto se refiere Ana María Fernández, Psicóloga Clínica, Psicoanalista, Profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires y autora de "Instituciones Estalladas" (Ed. EUDEBA).
   "Nuestros niños y jóvenes se forman en un caldo de cultivo donde -desde el Estado hasta la familia- no importa la verdad, lo justo, la razón, la norma, la ley. Todo se resuelve desde el poder. Hay que `empoderarse' rápido, con los medios que estén a tu alcance, sino te arrasan. Esto implica: `sólo me tengo a mí mismo'. No hay lugar para la ternura, la piedad, la solidaridad por el semejante, porque son afectos que me harían vulnerable. Se desarrolla la crueldad, la violencia, el abuso en todos los niveles psíquicos, institucionales, comunitarios", afirma Fernández.
   Y agrega, con claros términos de comparación: "Es cierto que los jóvenes no tienen límites, pero el FMI tampoco. Por otra parte, es la sociedad disciplinaria en su conjunto la que ha ido desfondándose en los últimos años. En la escuela se ve claro. No se sanciona la falta disciplinaria. Pero, ¿cuál sería el beneficio de volver a esto?. Por otro lado, no depende de nuestra voluntad. El vaciamiento de sentido de un orden disciplinario ha caído de hecho".
"Podríamos relacionar esto con otro estallido, el de la sociedad salarial. Esto ha traído la flexibilización laboral, la falta de trabajo y la falta de garantías laborales. Es decir que estamos en una sociedad sin derechos de ciudadanía para los más frágiles. A los poderosos tampoco se les ponen límites.
El problema de los adolescentes hoy no me parece que pase tanto por la falta de límites como por la falta de brújula. De esto obviamente no son ellos los responsables. En el trabajo clínico esto se ve claramente. Más que pacientes enfermos de pasado (las neurosis clásicas), nos encontramos con gente que enferma de futuro", sostiene la psicoanalista y docente.

Fuente: http://buenasiembra.com.ar/salud/psicologia/violencia-escolar-467.html

Esta pieza está basada en ese trágico hecho.
Junior
Duración: 8 minutos 9 segundos
Realizadores: Claudia Morán Cid y Ariel Espinoza
Realización para el Seminario de Radioarte, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP. República Argentina.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario